A veces basta con caminar para empezar a comprender. Un sendero en un bosque de ribera o un paseo junto a un acantilado pueden convertirse en aulas abiertas donde leer la historia profunda de la Tierra. Bajo esta premisa, el Geoparque Mundial de la Unesco Costa Quebrada ha diseñado un completo programa de visitas guiadas que se desarrollará durante este verano y parte del otoño, con el objetivo de acercar el patrimonio geológico, natural y cultural del territorio a todos los que se acerquen a la ruta. Los ocho municipios que integran el Geoparque -Santander, Camargo, Santa Cruz de Bezana, Piélagos, Miengo, Polanco, Suances y Santillana del Mar- acogen estas propuestas interpretativas que, lejos de ser simples excursiones, plantean una mirada consciente, informada y responsable sobre el paisaje que habitamos. Cada ruta es un relato en sí misma diseñada con mimo por sus artífices.
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A través de explicaciones fundamentadas y rigurosas, guiadas por profesionales con formación en geología, ecología o historia, los participantes descubren que las rocas no solo son materia inerte, sino archivos de tiempo; que los valles no son solo decorado, sino consecuencia de antiguos procesos geodinámicos; que la cultura local —los oficios, la literatura, la toponimia— está íntimamente ligada a la estructura física del territorio. Se trata, en definitiva, de leer el paisaje con otras claves, desde la ciencia, sí, pero también desde la sensibilidad que despierta el conocimiento.
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Una geografía diversa, una interpretación común
Las rutas propuestas abordan espacios costeros, rurales e incluso urbanos, seleccionados por su valor geológico, ecológico o etnográfico. Algunas transcurren por zonas ya conocidas, como Mataleñas, La Maruca o La Magdalena (Santander), donde fósiles, antiguos niveles marinos y costas intermareales se convierten en escenarios privilegiados para interpretar procesos que se remontan a decenas de millones de años. Otras propuestas, sin embargo, invitan a redescubrir enclaves menos transitados, como la ruta ‘PasaxVioño’ en Piélagos —un viaje al pasado rural del entorno del Santuario de la Virgen de Valencia—, o el paseo cultural por Polanco, que sigue la huella de José María de Pereda entre la memoria literaria y la geografía del alma cántabra.
En Camargo, la interpretación del paisaje kárstico en ‘La Castañera de Peñas Blancas’ o el itinerario prehistórico en Peña Jorao nos sitúan en un diálogo permanente entre piedra, vegetación y tiempo humano. En Suances, la ruta costera entre Tagle y Punta Ballota permite comprender cómo la dinámica litoral moldea formas, erosiona acantilados y condiciona la biodiversidad. En Santa Cruz de Bezana, el recorrido por San Juan de la Canal y Covachos aúna arqueología y geología en un enclave tan valioso como frágil. Miengo y Santander acogen salidas en barco para el conocimiento de la franja marina del Geoparque, habitado por aves, peces, cetáceos y seres misteriosos como los nudibranquios.
Cada itinerario está pensado para públicos diversos y niveles variados de conocimiento, lo que refuerza su vocación educativa y su potencial como herramienta de sensibilización ambiental. Las rutas no solo informan sino que forman e implican.
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Turismo con sentido, economía con raíces
Uno de los pilares de esta programación es su enfoque de desarrollo local. Las rutas están guiadas por empresas y profesionales del entorno, como Cantabruri, Nansa Natural, Cantabria Experiencial, Bahía de Santander Ecoturismo o Calypso Buceo, con apoyo de las oficinas de turismo municipales y las consejerías de Turismo y de Medio Ambiente del Gobierno de Cantabria. Esta estrategia no solo garantiza un conocimiento profundo del territorio, sino que permite que los beneficios del turismo reviertan directamente en el tejido económico y social del área del Geoparque. Este modelo contrasta con otros modelos turísticos más extractivos y concentrados en unos pocos enclaves. Aquí, la descentralización es clave, porque se diversifican los destinos, se descongestiona la presión sobre los lugares más visitados y se activan espacios rurales y periurbanos que, aunque menos conocidos, atesoran un patrimonio de gran valor. El turismo, entendido así, deja de ser una amenaza y se convierte en una herramienta de conservación y de dinamización socioeconómica.
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Un compromiso con la Red Mundial de Geoparques
El Geoparque Costa Quebrada forma parte desde este año 2025 de la Red Mundial de Geoparques de la Unesco, una distinción que no implica solo reconocimiento internacional, sino también una serie de compromisos en materia de educación, conservación, participación social y promoción de un turismo sostenible. Esta red —que engloba más de 200 territorios en todo el mundo— apuesta por modelos que integren el conocimiento científico con las comunidades locales y que fomenten una relación armónica entre las personas y la geodiversidad.
El programa de rutas de verano responde a esos principios. No se trata de mostrar, sino de implicar. No se trata de vender un paisaje, sino de ayudar a comprenderlo. Y esa comprensión —como ha demostrado la experiencia en otros geoparques del mundo— es el primer paso para su protección y su puesta en valor social.
Además, algunas de estas actividades se integran en el Plan de Sostenibilidad Turística en Destino de Santander y el geoparque participa activamente en la plataforma «Soy Ecoturista», una red de destinos de ecoturismo certificados en España. Esta colaboración interinstitucional refuerza la coherencia del proyecto y lo sitúa como un referente de turismo de calidad, autenticidad y responsabilidad.
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Mirar, comprender, proteger
En un momento de urgencia ecológica, pérdida de biodiversidad y banalización del turismo, propuestas como la del Geoparque Costa Quebrada resultan no solo necesarias, sino ejemplares. Frente al consumo acelerado del paisaje, se propone su lectura pausada. Frente al desplazamiento sin sentido, se plantea el arraigo. Frente a la desinformación, el conocimiento.
Cada visita guiada es una invitación a detenerse y a mirar con otros ojos, los del tiempo profundo, la ciencia, la cultura y el respeto. Porque solo se protege lo que se conoce, y solo se valora lo que se comprende. Y comprender es una forma de cuidar.
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